¿Qué valor tiene la disociación de movimientos para nuestros nadadores?

Es evidente que una buena posición horizontal, equilibrada y alineada me va a ayudar a disminuir las resistencias de forma y oleaje en natación.

Conseguidos estos (nada sencillos) objetivos, mis movimientos deben buscar continuidad y optimización con fines propulsivos (fuerza aplicada acorde a la intensidad de desplazamiento pretendida).

En natación no basta con mover rápido el brazo, sino que, en primer lugar, los segmentos propulsores deben fijar correctamente el cuerpo para poder aplicar dicha fuerza en el agua y, por tanto, desplazarse (si no, por ejemplo, un bateador de beisbol o un lanzador de jabalina serían unos fantásticos nadadores…). Después, debemos orientar correctamente las superficies propulsivas, dar continuidad de acciones (con leve o ninguna parada en dichas acciones, según la intensidad deseada) y evitar inercias o cantidades de movimiento (circulares casi siempre) inadecuadas.

Y es ahí donde entra en juego la dupla movilidad – disociación.

De poco servirá una gran velocidad en la extensión de hombro si no soy capaz de mantener el alineamiento corporal, ni la posición horizontal ni la estabilidad del brazo que desliza en ese momento, o su armonía durante el recobro previo. Es decir, generaré “botes”, oscilaciones laterales y movimientos de compensación (las clásicas “tijeras” con las piernas). 

Estas “fugas de energía”, o diferencias entre fuerza aplicada y propulsión obtenida, una vez restadas las resistencias poco modificables, harán que unos nadadores más móviles y hábiles puedan desplazarse más eficientemente que otros con peor movilidad y más torpes en el agua.

¿Qué podemos hacer para fomentar la disociación de movimientos?

Ejercicios en seco, como una básica retracción escapar, o una abducción escapular + rotación dorsal, para posteriormente progresar a otros más complejos como un arm-bar e, incluso, un Turkish get up (con o sin peso añadido) pueden ser un complemento perfecto para estimular dicha disociación de movimientos y amplitud articular.

Sin eso, poco le vamos a poder decir a nuestro nadador triatleta para que corrija su estilo completo de natación o realice ejercicios analíticos en el agua. Demasiado salto de dificultad en un medio donde, quizá, no lo dominan demasiado y que, además, nos ofrece unas posibilidades de feedback instantáneo inexistentes o reducidas.

Y, sin el estudio de su movilidad y capacidad (o incapacidad) para la disociación de movimientos, iremos a ciegas en nuestras instrucciones como entrenadores a la hora de sugerirles una u otra entrada de mano, uno u otro recorrido en recobro, una u otra altura y flexión de codo en la brazada…

Porque no se puede pretender hacer un ejército de clones cuando las piezas para construir tus Clone Troopers son distintas…[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”7164″ img_size=”large” alignment=”center”][/vc_column][/vc_row]

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